Reconozco la guía de Dios y prosigo con confianza.
La guía viene a mí como una comprensión, un sentimiento o un sentido interno de que estoy en lo correcto. Dejo ir la lucha buscando respuestas y abro mi corazón al Espíritu. Pido a Dios guía clara, y sabiduría para reconocerla. Luego, espero pacientemente. La comprensión viene a mí de manera natural.
Mis prácticas espirituales de oración y meditación me fortifican y me preparan para tomar la próxima decisión. Estoy en armonía con mi esencia crística interna. Tengo fe en Dios. Cuando necesito elegir, o si surgen problemas y desafíos, instintivamente me dirijo a mi interior. Estoy atento, sabiendo que recibiré la guía divina a su debido tiempo. Avanzo en pos de mi bien con confianza y valor.
El que viene a mí … se parece a un hombre que para construir una casa cavó primero bien hondo, y puso la base sobre la roca.—Lucas 6:47, 48
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