Vida y Muerte desde una perspectiva elemental y conciencial

"Un verdadero Maestro nunca intenta cambiar a nadie directamente.

Es como una fragancia sutil que te envuelve.

Si estás abierto, algo de ella entrará en ti.

Si no estás abierto, esperará a la puerta.

Ni siquiera llamará porque al hacerlo puede perturbar tu sueño.

Es tu sueño y tienes todo el derecho a dormir cuanto quieras.

No es asunto de nadie el Despertarte".

Osho

Enseñanza "Conectando con el Maestro Interno"

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Manual de Psicomágia Alejandro Jodoroswky

Esto es solo un poco del libro de Alejandro Jodoroswky
Trozos que fueron recibidos por mi hermano y amigo Rafael Nuñez.
A quién le doy las gracias por ser y estar.

DESEOS INCESTUOSOS:
Un adulto consciente es capaz de separar los cuatro len-guajes que
lo comunican con el mundo: el intelectual (con sus palabras e ideas), el
emocional (con sus sentimientos), el sexual (con sus deseos) y el corporal
(con sus acciones). Sabe no mezclar el amor por sus familiares con el
deseo sexual ni deja que este lo desvíe de sus compromisos sociales. Un
niño es distinto, se comporta como un todo, donde gestos, pensamientos,
sentimientos y deseos actúan en un solo bloque, sin obedecer a limites
morales. Sus impulsos son emocionales al mismo tiempo que sexuales.
Si los padres, no comprendiendo esto, rechazan ciertos actos de sus
hijos por considerarlos perversos, como por ejemplo que acaricie el
pene de su padre, o gratifi que su propio sexo frotándose contra su madre,
o que una niña le diga a su padre que quiere ser su novia y tener un hijo
de el, etc., conferirán culpabilidad a esos gestos naturales, reprimiendo
el impulso. Este impulso (que en la infancia es sano y necesario), por no
satisfecha, persistirá en el adulto, convirtiéndose en una obsesión
incestuosa.
Conozco el caso de una pequeñuela que, cuando su padre salio
desnudo del baño y ella le miro con fascinación el sexo, su madre le dio
una fuerte bofetada, creándole, ya adulta, problemas para establecer
una pareja.
A las personas así reprimidas, ningún amante las puede satisfacer.
El deseo de hacer el amor con la madre o el padre se les revela en
sueños, o en equivocaciones verbales (en lugar de llamar por su nombre
a sus consortes, lo llaman con el nombre de su padre o de su madre);
buscan personas mayores, de preferencia dominantes; o casadas y con
hijos. Muchas veces se unen con quienes tienen el mismo nombre que
sus padres; o tienen parejas que siempre son inferiores a sus progenitores;
la suegra cocina mejor, tiene mejor gusto y elegancia; o el suegro es
más poderoso, mas inteligente, mas amoroso...
Para salir de esta opresiva situación, recomiendo no luchar contra el
deseo de incesto, sino reconocerlo y realizarlo metafóricamente:
Se debe tomar prestado un traje (sin que la madre o el padre se den
cuenta) y, si es posible, ropa interior que preferentemente ellos hayan
usado y este aun sin lavar. Desnudo/desnuda, haga el amor con su amante
vestido con el traje y la ropa interior de su madre/padre. En el momento
del orgasmo (real o fingido), exclame no el nombre de su pareja sino el
de su madre/padre. Realizado el coito, lave la ropa y envíela envuelta
como un regalo anónimo a su madre/padre, añadiendo una caja de
bombones (para la madre) o una caja de cigarros (para el padre).
Esto mismo puede hacerse si es un deseo que se presenta entre
hermanos. Si el consultante es homosexual, le aconsejo que vista a un
amante con ropas de su padre. En el momento del orgasmo debe gritar
lo más fuerte que pueda el nombre de su progenitor.

SIMBIOSIS MADRE-HIJA
La madre, cuyo impulso narcisista no resuelto (ella misma es el objeto
de su deseo) se le ha transformado en nudo (un impulso infantil sano y
necesario, al ser reprimido, más tarde se convierte en deseo patológico),
puede convertir a su hija en una mera prolongación de su ego. Viéndola
como espejo no le reconoce una individualidad. Le ha enseñado a ver el
mundo por sus ojos. La ha hecho cómplice de sus intimidades sexuales,
la ha llevado a peinarse, maquillarse y vestirse como ella. (Conocí el
caso de una pintora que pensaba que la mayor distracción de su hija era
verla y oírla hablar por teléfono durante horas con sus amigas...)
La consultante, después de una confrontación con su madre para
hacerle comprender el daño psicológico que le ha causado con su actitud
egocéntrica, le propondrá el siguiente acto: ella y su madre elegirán
cintas, la hija de un color, la madre de otro. De pie, y la una frente a la
otra, se atarán mutuamente los tobillos a los tobillos, la cintura a la
cintura, las muñecas a las muñecas, el cuello al cuello. La consultante
dirá a su madre «Tú eres tú, yo soy yo», palabras que la madre deberá
repetir. Luego cada una, con unas tijeras, procederá a cortar la cinta del
color que ella haya elegido y que haya atado a su cuerpo y al cuerpo de
su oponente. Una vez separadas, ambas irán hacia un lugar con tierra
fértil, un jardín, una plaza, un parque o un bosque, cavarán dos agujeros
contiguos y enterrarán sus cintas sin mezclarlas (cada color en su propia
cavidad) y en cada uno de ellos plantarán una planta, una elegida por la
consultante, la otra elegida por la madre.
Para que la consultante se dé cuenta de la manera en que está poseída
y se libere, le aconsejo que amplíe una fotografía del rostro de su madre,
que haga una máscara y abra un agujero en cada ojo y que se pasee por
la calle y visite establecimientos, amigos y también familiares portando
esta máscara. Así su cerebro comprenderá qué es lo que ve por los ojos
de su madre. Luego debe ponerse delante de su progenitura, quitarse la
máscara, hacerla pedazos y entregárselos diciéndole: «Gracias por todo
lo que me diste. Ahora puedo ser yo misma».

SIMBIOSIS MADRE-HIJO
En las sociedades marcadas por la religión cristiana, el hombre puede
aspirar a ser perfecto, la mujer no. A ella sólo se le concede como suprema
calidad la de parir un hijo perfecto. Ciertas mujeres, sintiéndoseincapaces de triunfar socialmente por ellas mismas, al tener un hijo varón
lo crían como si fuera una prolongación, apoderándose de su mente. A
través de él, sienten adquirir la perfección y el poder que la sociedad
masculina les niega. Metafóricamente, sintiendo que les han cortado
los brazos, se apoderan de los del hijo y actúan a través de él. Para
liberarse de esta simbiosis:
El consultante, después de una confrontación con su madre para
hacerle comprender el daño psicológico que le ha causado con su actitud
posesiva, le propondrá el siguiente acto: ella debe elegir cintas de un
color que le convenga. De pie, él, pegado de espaldas al pecho de su
madre, dejará que le ate los tobillos a los de ella, su cintura a la de ella,
sus muñecas a las muñecas de ella, su cuello al cuello de ella. El
consultante dirá a su madre «Tú eres tú, yo soy yo», palabras que la
madre deberá repetir. Luego ella, con unas tijeras, procederá a cortar
las cintas. Una vez que madre e hijo estén separados, irán hacia un lugar
con tierra fértil, un jardín, una plaza, un parque o un bosque, cavarán a
cuatro manos un agujero y enterrarán la mitad de los pedazos de cinta.
Ella plantará ahí un pequeño árbol frutal. El consultante llevará la otra
mitad de las cintas a un templo, para depositarlas a los pies de una
escultura o un retrato de un Cristo crucificado.
Manual de Psicomagia
Alejandro Jodoroswky
Página 26-27
[12/10/2016, 12:05 p.m.] Rafael Nuñez: SIMBIOSIS PADRE-HIJO
Ciertos padres ególatras, que ven a sus hijos como peligrosos
competidores, se especializan, para así tenerlos siempre bajo su dominio,
en aterrarlos con el futuro diciéndoles que, si no logran económicamente
lo que ellos han logrado, lo pasarán muy mal. Inculcan de esta manera
objetivos que son los suyos propios. Mostrándose insuperables, los llenan
de ansiedad, convirtiéndolos en fracasados que odian el dinero y se
odian a sí mismos por frágiles y cobardes. Para que salgan de su constante
parálisis, aconsejo a estos consultantes:
Cambiará veinte euros en monedas de un céntimo (tendrá un
respetable paquete...). Irá a una plaza donde haya gente que esté
alimentando a las palomas. Se sentará cerca de ellos y, con calma, como
si fueran semillas o migas de pan, comenzará a lanzar moneditas a estas
aves. Cuando haya desparramado por lo menos diez puñados, regresará
a pie hacia donde habite, dejando caer las monedas detrás como si fueran
huellas, vaciando el saco hasta que le quede sólo una moneda.Hará que con ella le fabriquen un arete, que se colgará de la oreja
derecha. Irá a ver a su padre y, sin darle explicaciones, le regalará un
espejo redondo (en el que antes habrá orinado y luego lavado)
acompañado de una caja que haya tenido zapatos pero que ahora
contenga un falo artificial de gran tamaño, y le dirá: «Es sano dar, pero
es enfermo obligar a recibir. Esto es tuyo. Yo tengo lo mío. Serás abuelo
de mis hijos y obras, pero no padre de ellos».
Manual de Psicomagia
Alejandro Jodoroswky

SIMBIOSIS PADRE-HIJA
La consultante irá a ver a su padre vestida de hombre, llevando debajo
ropa interior femenina muy erótica. Frente a él, se arrancará a pedazos
ese traje (puede ayudarse con un cuchillo) hasta mostrarse semidesnuda
y gritando «¡No soy un hombre fallido, no soy tú, mírame, mírame por
primera vez tal cual soy! ¿Eres capaz de no transformarme con tus sueños
narcisistas? ¡Reconóceme, soy una mujer! ¡Si me amas, acompáñame a
enterrar estos harapos y luego déjame libre». Si el padre se niega,
tratándola de loca o algo similar, debe dejar de verlo durante tres años.
Si accede (por supuesto ella ya vestida con un traje de mujer), deben
enterrar el traje destrozado y la ropa interior provocante acompañados
de la reproducción de un cuadro que represente a Júpiter, Jehová o a un
dictador, como Stalin o Pinochet. Y plantarán un rosal.

MADRE INVASORA
Cuando el padre está ausente (o es indiferente), la madre se torna
invasora. Imbuida de su rol madre-padre, o sobreprotege a sus hijos o
se siente imprescindible, no soportando que tengan vida privada. Cuando
un/una consultante me pide un consejo para liberarse de su madre, le
contesto que, por un instinto atávico, es imposible eliminar a la madre:
aunque dejemos para siempre de verla, o haya muerto, ella sigue actuando
desde las tinieblas de nuestro inconsciente. Eso sí, se puede limitar su
intervención:
A la madre, esté viva o muerta (si es el caso se la trataría como a un
ídolo sagrado), se le cede un pequeño rincón de la casa, en donde se
acomodará una mesita a manera de altar. Ahí se coloca, en un marco
plateado, una foto de la madre que ha de quedar cubierta por una rejilla
(para que nuestro inconsciente comprenda bien que la tenemos
prisionera). Delante se pondrá una vela encendida, un vaso con una flor
y una varilla de incienso. Cuando cenemos en casa, colocaremos en un pequeño plato delante de la fotografía-prisionera un poco del alimento
que vamos a ingerir (así nuestro inconsciente podrá deducir que, puesto
que la alimentamos bien, ella no nos devorará). Al día siguiente, el
alimento que le hemos consagrado (del que sentimos que su esencia ha
sido devorada por el ídolo) se lo daremos preferentemente a un animal
o bien, si esto no es posible, acumularemos ese alimento en un recipiente
hermético y, cada cuarenta días, lo enterraremos junto con las flores ya
secas que le hemos consagrado. El consultante debe repetir esto hasta
que se sienta libre de la invasora.
Pero si el/la consultante, reconociendo sus deseos de asesinarla,
insiste en eliminar por completo a su madre, aconsejo que consiga la
ayuda de dos amigos (mujer y hombre) para que lo acompañen a un
sitio despoblado y lo ayuden a cavar una fosa. Disfrazado y maquillado
de su madre (zapatos, ropa y peluca), debe acostarse en el hoyo para ser
cubierto primero con chocolates con forma de monedas de oro y luego
con tierra, dejando sólo su rostro al descubierto. Debe quedarse así hasta
que sienta que la madre que le invade la mente se ha disuelto. Una vez
desenterrado, debe arrojar a la fosa el traje y los elementos que lo
disfrazaban de su madre, ser lavado por sus dos amigos con agua bendita,
comer siete monedas de chocolate y orinar en la «tumba de su madre».
Al lector puede parecerle excesiva esta manera de rechazar a una
madre, pero debe darse cuenta de que a la madre (completa, sana) en la
que piensa se agregan otros tipos de madres (incompletas, insanas).
Podríamos decir que hay cinco tipos de madres.

Madres asesinas
No desean ser madres, sólo quieren asegurarse de que son mujeres.
Pueden provenir de familias donde se da a la hembra un rol secundario
y se exalta al macho. Hay legiones de mujeres en el mundo que sufren
por serlo: se esperaba a un niño y no a una niña; para satisfacer al padre,
la hija se masculiniza; la madre por su parte le inculca que es una
desgracia parir y convertirse en esclava de una prole no deseada; etc.
Ella siente que, aparte del cerebro, su cuerpo le está prohibido. Al vivirse
como un hombre frustrado, se niega el placer vaginal y de ninguna manera
acepta convertirse en madre. Hace que la inseminen, para después
abortar. Cosa que necesita para saber que es alguien que puede. Este
querer ser «alguien que puede» oculta en el fondo una rivalidad con el
padre, a la vez que una identificación con la imagen materna. El embarazo calma a un tiempo su sensación de esterilidad y su deseo impotente de
tener un falo. El odio a sí misma, por sentirse castrada, la impulsará a
formar pareja con un hombre que odie a su propia madre y, por lo mismo,
a las mujeres en general.
Así como hay madres asesinas, hay padres asesinos, que buscan un
alivio pasajero de sus tensiones sexuales, sin ningún deseo de procrear.
El que la mujer caiga encinta les produce una insoportable molestia.

Madres encantadas
Quieren que su vientre se hinche, pero no desean parir. Infantiles,
aprovechan su embarazo para ser rodeadas de ternura y cuidados como
un bebé, cosa que a ellas les faltó. El estar encinta, convertidas en centro
de la atención familiar, les permite satisfacer sus necesidades afectivas.
Durante nueve meses se sentirán felices, pero inmediatamente después
del parto padecerán una grave depresión y quizás detesten a su vástago
por haberlas privado de los cuidados que ella obtenía durante el
embarazo. Pueden producir leche ácida, provocadora de diarreas.
Este tipo de mujer infantil formará pareja con un hombre de similar
infantilidad: acostumbrado a no ser amado, necesita una madre
embarazada, proyectándose él mismo en el feto; pero le angustia ver
nacer a un hijo que, con indomables celos, sentirá como un hermano
menor venido a robarle la atención materna. Apenas se entera de que la
mujer está encinta, emprende la huida.
Otro tipo de madre estancada es el resultado de familias en que varias
generaciones de mujeres han sacrificado sus vidas engendrando gran
cantidad de hijos, algunas muriendo en el parto. Buscará un hombre
que crea ser portador de un semen asesino. Este, durante el periodo del
embarazo, se sentirá culpable, llegando a detestar a su mujer y al hijo
que ella debe parir. A medida que los meses avancen, la embarazada irá
experimentando mayor terror, muchas veces estará a punto de abortar,
necesitará cuidados intensos, deberá permanecer acostada durante meses,
etc. Su nene no será mensajero de la vida sino de la muerte. Parirá
anestesiada, en general por cesárea.
Otro tipo de madre estancada se produce cuando la mujer se
avergüenza de estar encinta. Por diferentes razones, ni su hijo ni el padre
de su hijo concuerdan con las creencias y los planes familiares. Puede
ser una madre soltera, haber cometido un incesto, estar inseminada por
un hombre de raza diferente, etc. Lleva en el vientre el fruto de lo que cree un pecado o una traición. Mientras está embarazada se aleja de su
territorio o disimula la tripa, y teme que el nacimiento del nene le haga
perder el amor de sus padres y parientes.
Cuando una madre estancada da a luz, sutilmente actúa como si su
hijo no hubiera nacido por completo, tratando de impedir que desarrolle
su autonomía psíquica; puede lograrlo, pero esto sólo es posible pagando
el precio de una alteración profunda del desarrollo del infante. Este
puede convertirse en un niño psicótico, un adolescente esquizofrénico
o un adulto inadaptado.

Madres secas
Están dispuestas a parir, pero se niegan a criar al lactante que osó
separarse de su cuerpo, que nada más sabe chupar, morder y gritar, que
la solicita a cada instante, la distrae de su vida sexual y no tiene en
cuenta que ella es un individuo independiente... A uno de mis seminarios
en Barcelona, asistió un matrimonio con la mujer encinta de seis meses.
Me comunicaron que, de común acuerdo, ella estaba siguiendo un
tratamiento de inyecciones diarias para impedir que la leche se formara
en sus senos. Le parecía asqueroso el acto de amamantar... Agregó
algunas otras razones, que al marido le parecieron muy justas: no quería
que el cuerpo se le deformara, la vida era muy corta para sacrificarse,
no podía perder un tiempo precioso para su realización como gerente
de una empresa, llevar un niño colgado del pecho la haría sentirse
semejante a un animal, etc. Era evidente que en esa pareja la mujer
representaba al hombre emprendedor, negociante, sostén económico de
la familia, trabajando fuera del hogar. El hombre representaba el ama
de casa dedicada a las labores hogareñas, preparar la comida o dar el
biberón al niño: un caso típico de pareja con la identidad sexual
trastocada. Él no conoce la virilidad porque ha tenido un padre débil o
ausente, tiene una sed insaciable de atención, acepta que su mujer sea
madre pero no quiere que se distraiga alimentando a un rival. En todo
momento debe ser el centro, su hijo/a tendrá un rol secundario. Entre
ambos crearán un alcohólico, un fumador compulsivo, un drogadicto,
un goloso insaciable... La leche materna no la sustituye la de otra mujer
ni la de ningún otro animal. Si el amamantamiento no dura el tiempo
necesario, el niño puede tener dificultades para hablar, padecer ataques
de rabia o enfermedades crónicas como dolores intestinales, asma,
cefaleas, hipertensión arterial, crisis de pánico, fatiga constante, sentir
durante toda su vida la falta del amor -manifestado por un periodo de
lactancia armónico- que tanto necesitó en la infancia.
Madres posesivas
Por negación del hombre (imitación del odio que su madre
experimenta hacia el mundo masculino), esta mujer considerará que el
hijo es exclusivamente de ella. Puede parirlo con retraso y amamantarlo
más de lo necesario. Invadirá su psique proponiéndose como
omnisciente, lo mantendrá en férreos límites infantiles, convirtiéndolo
en su público. El hijo, no logrando ser adulto, luchará con angustia,
impotente, para liberarse de esta madre que a veces en sus pesadillas se
le presenta como una araña. Envejecerá tratando de que su progenitora
lo vea, logrando sólo que lo tome como un espejo que sabe escuchar. El
resultado de tal aberración se concreta en proyectos de suicidio, delirios
de persecución, esterilidad, psicosis, neurosis de fracaso.

MADRES QUE CRITICAN POR TELÉFONO
Hay madres que, viviendo separadas de sus hijas, las llaman a menudo
por teléfono. Padeciendo una obsesión perfeccionista, desarrollan un
espíritu ególatra. Sintiendo que tienen la razón en todo, proyectan en su
hija los defectos que no pueden aceptar de sí mismas. Cada vez que se
comunican con ella, no pueden impedirse criticarla. Si a esto se agrega
que la víctima tiene un padre ausente y que sólo cuenta con el amor
materno, cada palabra hiriente la hiere en lo más íntimo. En este caso
aconsejo a la consultante:
Fabricar un corazón de corcho rojo para tenerlo al lado del teléfono.
(Se debe prohibir a la madre que la llame a través del móvil.) Cada vez
que reciba una agresión verbal de su madre debe clavar una flechilla en
el corcho. Cuando el corazón esté lleno, debe contar las flechillas, sin
extraerlas, y comprar una cantidad igual de bombones envueltos en papel
rojo metálico. Si son cincuenta flechillas, serán cincuenta bombones. El
corazón atravesado por las flechas, rodeado por los bombones, debe
enviarlo por correo en una caja de regalo acompañado de una tarjeta
rosada donde haya escrito: «Querida mamá: porque te amo, te perdono
el dolor que me causan tus críticas».

Manual de Psicomagia
Madres completas, sanas
De mente y cuerpo sano, sexualidad satisfecha y emociones equilibradas,
en estrecha colaboración con su pareja, parirán, amamantarán y
criarán a sus hijos en perfecto acuerdo con la Naturaleza. Serán
conscientes de que el nuevo niño no es una viscera ni un órgano suyo,
que ha nacido como una necesidad del universo viniendo a aportar nuevos
caminos, siendo un paso más en la evolución que conduce al ser humano
hacia la inmortalidad. No les inculcarán caducos modelos del pasado
sino que sólo le transmitirán los valores de sus antepasados; se dejarán
guiar por el niño, considerándolo su maestro, dándole lo que él indica
que necesita y no metas exigidas por la trampa familiar, que podrían
anquilosarlo o desviarlo de su ser esencial. Estas madres nunca se erigirán
en posesoras únicas del niño, lo compartirán con su pareja y con el
mundo. No le dirán «ve por aquí» sino que le mostrarán el mayor número
de opciones posibles, dándole la oportunidad de elegir. Sabrán adaptarse
a las necesidades del bebé, amamantándolo los meses que sean
necesarios, sosteniéndolo con brazos amorosos y arrullándolo con
dulzura: esta experiencia permite al niño de pecho sentirse real, ser, lo
que le dará pronto la posibilidad de hacer y recibir.

Allí estan los tipos de madres que nos afectan.. y como sanar esas emociones.

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